Hoy quiero compartir con vosotros un breve fragmento del libro Matar a un ruiseñor:
«-Atticus, es posible que te equivoques…
-¿Cómo es eso?
-Mira, parece que muchos creen que tienen razón ellos y que tú te equivocas…
-Tienen derecho a creerlo ciertamente, y tienen derecho a que se respeten en absoluto sus opiniones- contestó Atticus- pero antes de poder vivir con otras personas tengo que vivir conmigo mismo. La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno.»
Se trata de una explicación sencilla de un padre a su hija pequeña. Un argumento que ha conseguido que una servidora reflexione profundamente acerca de esa dura lucha que a veces mantiene nuestro yo individual frente a un grupo.

En ocasiones olvidamos que el si todo lo el mundo lo hace será por algo no es un argumento válido. El hecho de que un gran número de personas se decante por una acción/idea y no por otra, no lo hace mejor ni más válido; por la misma razón, que uno se encuentre solo ante cierta decisión no implica que esté equivocado. En realidad, todo podría resumirse en la pregunta que nos soltaba nuestra madre cuando le decíamos que habíamos hecho algo que no estaba del todo bien porque todos mis amigos lo hacen y no pasa nada: Qué pasa, si tus amigos se tiran por un puente, ¿tú también te tiras?. Siempre decíamos que no, pero sabíamos que no era cierto, porque ir con el grupo, aunque fuera contra el suelo, se hacía menos duro que quedarse atrás.
No nos engañemos, muchas de las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida consiste en eso: en elegir si tirarnos por un puente como los demás o seguir nuestro propio camino.
Sed buenos.
Danae